En la plazoleta del Paseo de la Viuda había una escuela, que
regentaba la señorita Maruja. La escuela no era oficial, porque para
oficialidad existían los Grupos Escolares. Mi madre, como le parecía pequeño
para mandarme a los “Grupos”, pues me llevó a la escuela de la señorita Maruja,
que había pequeñajos como yo, y aún de menos edad.
La clase era en una
habitación, no muy amplia, y al entrar teníamos que arrodillarnos en una
alfombrita que había en medio de la sala y rezar a una virgen, que ahora no sé
cual era. Supongo que sería la Virgen de Fátima que por aquellos tiempos
estaban recientes los milagros que hizo con los pastorcitos portugueses. El
caso es que la señorita Maruja, que era una gran amante de las artes escénicas,
representó en el Teatro Salón Romero, con un grupo de aficionado al teatro, una
obrita que tenía por título la Señorita Polilla. Ella fue la protagonista y tan bien lo hizo,
que desde entonces todos la conocíamos
por la Señorita Polilla. Mi madre me decía que Maruja era una gran artista y
que podía llegar a ser famosa. Desde luego la representación de aquélla obra
fue para ella un gran éxito. En esa mi primera escuela estuve un año o poco
más.
Como crecía mi madre me llevó un día a la plaza Chica, donde vivía D.
Segismundo, que era un maestro de los “Grupos”. Don Seguis, que era como le
llamábamos, era un señor muy recto, enseguida le preguntó a mi madre que de qué
colegio venía. Le contestó la verdad: de la escuela de la señorita Maruja, (ya
“Polilla”), Don Seguis le dijo, con un aire zumbón: “Zapatero a tus zapatos”.