POR ROGELIO MORENO SÁNCHEZ.

En este espacio quiero compartir las vivencias que escribió mi padre sobre su infancia. La muerte nos lo arrebató hace poco y estas pequeñas memorias quedaron inconclusas. Las escribió para compartirlas con todos aquellos que le querían a él y a su Zafra y esta red infinita permite que esto pueda ser una realidad.


miércoles, 17 de octubre de 2012

Parte VI


Mi padre en el centro agachado


Guardaba las botas como mi tesoro más preciado. En mi casa, las limpiaba, después de haberlas untado con un poco de grasa, no sé ahora, si animal o vegetal. El caso que las cuidaba mucho, pero no tanto como Adrián que era el colmo de la pulcritud. Cuando jugábamos algún partido, cada vez que le daba al balón se agachaba, y con la mano un poco humedecida por la saliva, se limpiaba la puntera de la bota. Nos reíamos bastante, pero a él le daba igual, presumía de tener las botas más limpia de todo El Rosario.

Se me olvidaba mencionar la piscina que había junto al campito de fútbol. Los curas no nos dejaban bañarnos en ella, porque cuando no estábamos nosotros, ellos se bañaban. Así es que nunca vimos a ningún cura en bañador, aquello debía ser hasta pecado, no sé bien si para ellos o para nosotros. Desde luego que nos bañábamos en la piscina. Procurábamos hacerlo después del entrenamiento que hacíamos a las ocho de la mañana. Una hora después, o sea sobre las nueve, nos zambullíamos en la piscina, porque a esas horas toda la congregación estaba en misa. Tenía que ser remojón rápido, ya que nos podía pillar “Fabi”, un peón que tenían contratado los curas para cuidar la huerta. “Fabi”, un diminutivo de Fabián, era un tipo bueno, pues sus riñas no pasaban de eso, de una pequeña regañina, como diciendo “Vamos, rápido que os cogen los curas” Yo creo que para justificarse ante sus superiores. A mí me parecía que tenía una gran bondad. También cuidaba de que no nos comiéramos, en su temporada, los higos y los peros. Aunque la inventiva en aquellos años era mucha. Fito, que era un poco mayor que nosotros, vamos que estaba en la categoría de cordimariano, chutaba a la portería con bastante fuerza, tanta, que el balón sobrepasaba una valla metálica, confeccionada para reservar los frutos, pero ineficaz para salvar el “chupinazo”  de Fito, que “vareaba” los perales. Allí entrábamos en escena nosotros, los “semi”, que íbamos a por el balón y los peros que habían caído al suelo. Los comíamos en el mismo terreno de juego, para no quedar huellas del “delito”. (continuará en la parte VII)

No hay comentarios:

Publicar un comentario